La policía carga contra los manifestantes en Francia — Le Monde.
Cientos de personas en Alemania toman las calles en protesta por las restricciones — Der Spiegel.
Batalla campal en las calles de Londres — BBC News.
Parece que va a llover — Medios en España.
El día en que todo se fue a la mierda.
El mundo está en llamas tras el covid (me niego a escribirlo con mayúsculas, que bastante importancia le damos ya). Millones de personas, con una frágil y castigada salud mental tras ̶m̶e̶s̶e̶s̶ años de restricciones, han decidido que ya está bien. ¡Se acabó! Queremos volver a la normalidad. Y están dispuestos a pagar cualquier precio por ello.
Pero España permanece ahí silenciosa, ocupándose de sus propios asuntos, sin molestar a nadie. Uno se pregunta, ¿tan borregos somos?
La respuesta es bien distinta. Nosotros tenemos un ejército de voluntarios trabajando a diario para nuestra salud mental: los cuñados.
Ser cuñado es todo un arte no al alcance de todos.
Estar casado o tener hermanos casados te hace cuñado por las leyes del hombre, pero no por las leyes del cuñadismo.
Cual sabios griegos de la antigüedad, debatiendo sobre lo humano y lo divino ante masas de fervientes discípulos. Los cuñados se entregan en cuerpo y alma a su solemne tarea de educar a los demás y cambiar el país desde el confort de su sofá. Pero no basta con la familia, no, en España el cuñado puede elegir su campo de batalla, y su púlpito preferido es la barra del bar.
Con un codo apoyado en la barra, la mano muerta colgando al aire, y el cuerpo inclinado descansando sobre él, el cuñado permanece inmóvil mientras relega todos sus movimientos al brazo opuesto. Ese brazo es crucial, ya que servirá para gesticular mientras habla, beber una cerveza que nada en su propia condensación, indicar al camarero que quiere otra, y comer frutos secos. A ser posible todo a la vez.

Tienen tal maestría del uso del brazo que, desde la calle y sin poder oír la conversación, podremos saber si el cuñado de espaldas está gritando (brazo levantado haciendo grandes aspavientos), está dando datos coherentes o incluso aceptando los datos de otro hablante (gestos pausados con la mano baja, seguro que de ahí viene la expresión "dar el brazo a torcer"), o está escuchando (descansando el brazo sobre la mano correspondiente al codo que sujeta toda la estructura).
Créeme nadie se escapa de eso, en cuanto tenemos una fuerte opinión sobre algo (¿Y quién no la tiene?) el cuñado que todos llevamos dentro pujará por salir. Es difícil luchar contra él. Yo he perdido la batalla muchas veces.
¿Pero qué narices es eso del cuñadismo?
Antiguamente, se le llamaba así al arte de colocar a tu cuñado en la empresa familiar (sin acotar o ponerse exquisitos, claro. Quien dice empresa familiar dice el Gobierno de una Nación, una comisión Europea, un puesto vitalicio en las Naciones Unidas… el cielo es el límite).
Pero la llegada de Internet ha ampliado nuestros horizontes lingüísticos más allá de la imaginación. El cuñado recibe de esta manera un merecido reconocimiento a tan excelsa e ingrata tarea. En las propias palabras de la FundéuRAE:
(el cuñadismo) se emplea para referirse a la tendencia a opinar sobre cualquier asunto, queriendo aparentar ser más listo que los demás.
Parece en principio que es algo que deberíamos evitar todos, pero las evidencias hablan por sí solas: el cuñadismo cohesiona a la sociedad.
Tu cuñado podría estar salvándote la vida sin tú saberlo.
¿O eres tú el cuñado salvando a otros?
Gracias a tener un marido escocés, aprendo muchas cosas de mi tierra que ya tenía asumidas como normales. Fue él el que me dio la clave sobre el gran papel del cuñadismo en la sociedad española:
En el resto de Europa hay revueltas porque ahí no hay bares abiertos. (unas gotas de sabiduría a cuadros escoceses).
¿Cómo no había caído yo en la cuenta de lo evidente? ¿De qué está lleno España? De bares. ¿Y cuál es el hábitat natural del cuñado? ¡Sí, señor, los bares!
Y es que en España cuando Hacienda nos cobra de más (tan frecuente que no se le puede denominar "incidente"), no vamos corriendo a Hacienda a gestionarlo, no. Nos vamos al bar. Allí echamos espumarajos por la boca, clamamos al cielo por lo alto de los impuestos, los políticos chupópteros, las sanguijuelas gubernamentales que nos chupan la sangre y hasta el alma, y después… pedimos otra ronda.
Cuando una empresa pone tarifas abusivas, en vez de poner una hoja de reclamaciones ponemos el grito en el cielo y pedimos una de gambas.
¿Sabes por qué? Porque los cuñados son ante todo prácticos. Las hojas de reclamaciones o las demandas ante Hacienda son una continua fuente de frustración, nos sentimos como una hormiga ante un elefante que amenaza con aplastarnos. Al otro lado de ese túnel solo nos queda agotamiento y la sensación de tiempo perdido.
Las revueltas en las calles son una rabia mal encauzada. A nosotros al menos nos queda el consuelo de irnos a quejarnos al bar, y así tal vez otros podrán aprender de nuestros errores. Porque si una virtud tiene el cuñado es que es generoso con su conocimiento y lo esparce por doquier.
La mano oculta tras el cierre de bares
Me queda claro que aquí ha habido una conspiración de las gordas. Y siempre se ha dicho que, ante cualquier crimen, hay que buscar al que se beneficia de ello porque probablemente será el culpable. ¿Y quién es el principal beneficiario del cierre de la hostelería?
Los psicólogos.
El lobby de los psicoterapeutas está detrás del cierre de bares. Lo tengo clarísimo.
Los psicólogos se han muerto de hambre en España por generaciones. ¿Qué hacer ante una población que desahoga sus penas en cuanto estás ocurren? ¿Qué terapeuta puede rivalizar contra una audiencia fiel de parroquianos escuchando y lanzando consejos con la boca llena de cascaruja? Simplemente no se puede.
Líderes del mundo: aprendan de España
El fenómeno de los cuñados no es solo made in Spain. Tengo la suerte de haber viajado por decenas de países, y puedo asegurar que en todas las esquinicas del mundo he encontrado gente resolviendo los problemas del país en el bar de abajo. O el antro. O el pub. Me da igual como lo quieran llamar.
Dejen de tirarse piedras contra su propio tejado de una vez. Abran un par de bares, tampoco hace falta desmelenarse, con dos o tres bares por barrio sería suficiente.
Póngame una buena ración de calamares y dos cañas y le termino todas las revueltas sociales, señora Merkel (Ya sé que se ha ido, pero ella ya es costumbre, los cuñados no nos adaptamos a las innovaciones tan rápido como quisiéramos)
Un poquito de pan y circo pa contrastar, que ya está bien de tanta pena y restricción, señores. Que se les está cabreando la gente y con razón. Los bares tienen un papel fundamental en la soci-edad, ¿o no son lugares para soci-alizar?
Representantes de las Naciones del mundo, apelo a su conciencia medioambiental, el homo cuñádibilis es a la paz social lo que las abejas a la flora y fauna. Cerrando los bares están destrozando su hábitat natural y eliminando sus mecanismos de liberación de rabia, y las consecuencias serán catastróficas. Ya lo están siendo. Palabra de antropóloga.
Reflexionen y hagan algo antes de que sea demasiado tarde.
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